Se quería matar, estaba gritando desde la
estación del metro, que no aguantaba más, que quería volver a las estrellas,
los policías lo sacaron de la estación, lo golpearon como es de costumbre y lo
dejaron tirado en un andén meado por los perros, yo ese día estaba de afán pero
sin embargo lo ayude porque era un lunático hermoso.
Cuando me le acerque, él estaba bastante
desubicado, pensaba que el maderazo lo había
llevado al firmamento, porque me dijo que yo era una bella estrella. Le
dije que me llamaba Dante Miserias y me regalo un cigarro, me dijo que quería
hacer el ridículo con migo por el resto de su vida y que se llamaba Fausto, yo
le dije que tenía afán y que más ridículo era el que se quería matar en público,
me callo con un beso y te juro que me llevo hasta las estrellas… Nos seguimos
encontrando en el cinema donde él trabajaba, yo salía del bar Monroe con ansias
de verlo, el me esperaba en la cabina de la sala de proyecciones del cinema
para recibirme con muchos besos, comenzaba la película y también comenzaba a
besarme más profundamente.
Pasaron como tres meses en los que vimos
las estrellas juntos, de día bastaba con
mirarnos de frente y de noche con recordarnos o mirar para arriba… no nos
separábamos, hasta me presento a los amigos con los que vivía, ahí la cago,
¡Para que confió tanto!; conocí a Mick, su compañero de apartamento y pues como
que nos caímos bien a primera vista, me dijo que quería hacer unas fotografías
conmigo, lo que yo no sabía era que la sección fotográfica terminaría con una
escena de pasión y engaño al mismo tiempo; empezaba a sentirme malo, jamás me
había sentido mal de “engañar” a alguien, en este caso a Fausto que se había
comportado tan bien con migo.

Yo termine por contarle todo a Fausto en
medio de una borrachera, es que no me sentía liviano y el tipo era tan
transparente, que sentía que no merecía mentiras. ¿Qué paso con Fausto? Obvio me
dejo, me dejo en los brazos de Mick.
Con Mick recuerdo que caminaba mucho en la
noche, nos encantaba salir después de las 3:30 a.m, cuando la ciudad dormía,
nos metíamos de a medio LSD en el ojo y
volábamos felices como aves nocturnas, nos cogíamos las manos, rodábamos en el
piso como en un idilio de amor, y nos besábamos hasta que comenzaba el
amanecer… Yo entreabría los ojos, no los quería abrir del todo porque en el
fondo al que siempre imagine fue a Fausto, teniendo una conexión cósmica/sexual
que me llevaba al éxtasis.
De Mick me quedaron las fotografías, de Fausto un
cielo nublado sin estrellas, un cuerpo satisfecho, un triste recuerdo.