
Me estaba pasando algo extraño, de tanto ir a verlo, me estaba enamorando de un tipo que me miraba fijamente cada vez le llenaba de humo la tumba a Camilo, pareciera como si también quisiera que le echara un poquito de humo directo a la boca. Andrés Patiño, estaba acostado a tres tumbas a la izquierda de Camilo, la mirada de su foto jamás se despegaba de mí y me cautivo.
No quería que sonara enfermizo por me
enamore de un cadáver exquisito, de un muerto como de porcelana; nuevamente
estaba traicionando a Camilo en sus narices, a escasa tres tumbas estaba el
muerto más perfecto del cementerio, yo sabía que si Camilo me había perdonado
en vida mis “infidelidades”, también lo haría en la muerte, así que también empecé
a compartir mis cigarros y ron con mi muerto de porcelana, de vez en cuando
dejaba marcado en su lapida besitos con mucho amor, hasta que alguno de sus
familiares me vio llenándole la tumba de mensajes bonitos y me hizo sacar del
cementerio, tal vez era su verdadera mujer que enardecida se sentía igual de
traicionada a Camilo.
No me dejaron volver a entrar al cementerio porque según
todos yo era un puto satánico, así que hice caso y no volví; tenía la excusa
perfecta para por fin olvidarme de Camilo y de todas estas historias.
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