
Después de que pasara el entierro a mí me cogió
como una depresión terrible, fue un balado de agua helada que enfrió todo ese
calorcito que de momento había aprendido a recibir de él, sentía como si ya no tuviera
sombra, se había ido ese hombre que alguna vez se había interesado en mí, en mi
en vida, ya no iba a tener a nadie que me irritara siguiéndome y luego contara
mis intimidades, a parte me dejo también una responsabilidad muy grande al no
saber qué hacer con esto que le dio por escribir ¿quemarlo? ¿Dejarlo así? ¿Termínalo?
Era como estar encartado con mi vida, con mi vida entre las manos.
Habían pasado varias semanas sin verlo, sin
hablar con él, me había dicho que tenía que salir de la ciudad por cosas del
trabajo, yo no le creí mucho pero qué más da, me tocaba aceptar que se fuera
por unos días, pero solo por unos días, no para siempre; que fue lo que se le
olvido decirme. Si él me hubiera dicho que siempre había tenido leucemia, que
siempre había sido un puto enfermo, me hubiera dedicado a hacerlo feliz, nos
hubiéramos dedicado a comernos el mundo sin importar nada ni nadie, pero el de
una manera egoísta nunca me lo contó, tal vez pensaba que yo le tendría
lastima, y si, le hubiera tenido una leve lástima que me hubiera obligado a ser
otro, a ser que esta historia fuera diferente, nunca le hubiera sido infiel,
nunca le hubiera mentido, nunca me le hubiera desaparecido y hubiera entendido
su posición de espectador ante la vida; pero no fue así, simplemente fui un
puto ingrato y el un puto mentiroso que se dedicó a vivir mi vida, a disfrutar
mi vida, tal vez lo hacía para olvidar la suya que era un poco más
miserable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario